Tema 1. Ecoturismo: definición, principios, y aplicación práctica
¿Qué es el ecoturismo?
Pruebe buscar en Google, asistir a una conferencia de expertos, leer libros técnicos o un artículo académico, o vivir una experiencia memorable de ecoturismo. Las percepciones de lo que es el ecoturismo son variadas, y los intentos de redactar una definición precisa también lo son (Weaver, 2001; Fennell, 2008; Hill & Gale, 2009). De hecho, no existe una definición completa y absoluta, sino muchas definiciones interesantes, similares entre sí, pero que también difieren en algún nivel.
Dependiendo de a quién dirijamos la pregunta “¿qué es el ecoturismo?” tendremos una respuesta diferente si se la hacemos a un político, a un residente local, a un profesional vinculado al turismo, a un profesional de otro sector, al gestor de una atracción o de un espacio protegido, a un turista o a un visitante frecuente. Cada uno tendrá una respuesta diferente, y analizando un poco más, es posible identificar patrones de percepciones, de respuestas, que agrupan determinados perfiles de actores, según sus percepciones y expectativas.
Pero ¿qué es exactamente el ecoturismo? ¿O de dónde viene? ¿Y hacia dónde va?
El fenómeno del ecoturismo comenzó de forma más expresiva y tácita a finales de la década de los 70s, pero ganó protagonismo a partir de los 80s y explotó en los 90s. Varios factores han influido en el auge del ecoturismo, como: (i) una forma de turismo alternativo, en contraposición al turismo de masas; (ii) una alternativa para el “desarrollo sostenible”, especialmente en los países y regiones tropicales y/o en desarrollo, como América Latina, el Sudeste Asiático y África; (iii) la búsqueda de espacios para la recreación, el ocio, el deporte y el turismo que proporcionan la reconexión con la naturaleza; (iv) una promesa de uso sostenible para las reservas, parques y otros tipos de áreas protegidas (Eagles & McCool, 2002; Cunha & Marques, 2018).
En las últimas tres décadas (1990-2020) el ecoturismo ha sido cada vez más debatido, estudiado y practicado. Se han propuesto muchas definiciones precisas, pero, en la práctica la palabra “ecoturismo” se ha utilizado y se utiliza, cada vez más con diferentes significados, y a menudo se confunde como sinónimo de turismo de aventura, o de turismo de naturaleza en general.
El término ecoturismo, utilizado por primera vez por Héctor Ceballos-Lascurain en 1983, fue definido por él mismo cuatro años después como “el turismo que consiste en viajar a zonas naturales relativamente inalteradas o no contaminadas con el objeto específico de estudiar, admirar y disfrutar del paisaje y de sus plantas y animales silvestres, así como de las manifestaciones culturales existentes (tanto pasadas como presentes) que se encuentran en estas zonas” (Ceballos-Lascurain, 1987).
Por su parte, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) define el ecoturismo como una modalidad de turismo ambientalmente responsable que busca desarrollar actividades al aire libre con el fin de visitar y conocer los espacios naturales para disfrutar y valorar los atractivos naturales como el paisaje, la flora y la fauna, así como las manifestaciones culturales del presente y del pasado (UICN, 1997). El proceso debe promover principalmente la conservación de los recursos naturales y culturales (no hace falta decir, con bajos impactos negativos de las actividades), diseñado en base a las condiciones y capacidad de cada lugar, comunidad y el medio ambiente, y también debe promover beneficios socioeconómicos a las comunidades locales de acogida mediante la incorporación de un comercio más justo, la inclusión social y el empoderamiento.
Entre los aspectos más importantes señalados para el turismo sostenible en áreas naturales protegidas, es decir, un punto de partida para pensar en el ecoturismo, la UICN destaca (Leung et al., 2018)
- Salvaguardar, conservar y restaurar el patrimonio ambiental y/o cultural, manteniendo los procesos ecológicos esenciales y las cualidades estéticas y espirituales;
- Respetar los derechos de los pueblos indígenas y las comunidades locales y su autenticidad sociocultural;
- Garantizar la viabilidad de las operaciones económicas a largo plazo, proporcionando beneficios socioeconómicos distribuidos equitativamente a todos los actores afectados por el turismo, servicios sociales a las comunidades anfitrionas y contribuyendo a la mitigación de la pobreza;
- Proporcionar oportunidades adecuadas para facilitar una experiencia significativa y de alta calidad a los visitantes que contribuya a aumentar el sentido de la gestión de la naturaleza y de las áreas protegidas.
Centrándonos más en la definición de ecoturismo propiamente dicha, la Sociedad Internacional de Ecoturismo (TIES) lo define como “un viaje responsable a áreas naturales que conserva el medio ambiente sostiene el bienestar de la población local e implica la interpretación y la educación” (TIES, 2015). Para TIES, el ecoturismo es un triplete de:
(1) Conservación – proporcionando soluciones a largo plazo, con incentivos económicos eficaces para conservar y mejorar la diversidad biocultural;
(2) Comunidades – al aumentar la capacidad y las oportunidades locales, el ecoturismo es un vehículo eficaz para empoderar a las comunidades locales de todo el mundo hacia el logro del “desarrollo sostenible”;
(3) Interpretación, al enriquecer las experiencias personales y la conciencia ambiental a través de la interpretación, el ecoturismo promueve una mayor comprensión y aprecio por la naturaleza, la sociedad local y la cultura.
Teniendo en cuenta la definición de la UNWTO, el término “ecoturismo” se aplica a cualquier forma de turismo que tenga las siguientes características (UNWTO, 2002)
- Gira en torno a la naturaleza, y la principal motivación de los turistas es la observación y apreciación del entorno natural, y de las culturas tradicionales predominantes en las zonas naturales.
- Incluye aspectos pedagógicos y de interpretación de la naturaleza.
- Normalmente, aunque no siempre, la organización corre a cargo de operadores turísticos especializados y se dirige a grupos reducidos. En los destinos, los proveedores de servicios asociados suelen ser pequeñas empresas de propiedad local.
- Minimiza los impactos negativos en el entorno natural y sociocultural.
Principios
Los aspectos fundamentales, que son comunes en las diferentes definiciones, se denominan principios. Es decir, aunque existan diferentes frases, enunciados, que definen lo que es el ecoturismo, hay elementos comunes y fundamentales en todos ellos. Así, podemos considerar los siguientes principios del ecoturismo:
Wallace & Pierce (1996)
Honey (2008)
TIES (2022)
Conlleva un tipo de uso que minimiza los impactos negativos sobre el medio ambiente y la población local.
Implica viajar a destinos naturales
Minimizar los impactos negativos físicos, sociales, conductuales y psicológicos.
Aumenta el conocimiento y la comprensión de los sistemas naturales y culturales de una zona así mismo promueve la participación de los visitantes en las cuestiones que afectan a estos sistemas
Minimiza los impactos (negativos)
Fomentar la conciencia y el respeto medioambiental y cultural.
Contribuye a la conservación y gestión de espacios naturales legalmente protegidos y otros.
Fomenta la conciencia medioambiental
Proporcionar experiencias positivas tanto a los visitantes como a los anfitriones.
Maximiza la participación temprana y a largo plazo de la población local en el proceso de toma de decisiones que determina el tipo y la cantidad de turismo que debe producirse
Proporciona beneficios financieros directos para la conservación
Proporcionar beneficios financieros directos para la conservación
Dirige a la población local beneficios económicos y de otro tipo que complementan, en lugar de abrumar o sustituir, las prácticas tradicionales (agricultura, pesca, sistemas sociales, etc.)
Proporcionar beneficios financieros y empoderar a la población local
Generar beneficios económicos tanto para la población local como para la industria privada.
Ofrece oportunidades especiales para que la población local y los empleados de turismo de naturaleza visiten las zonas naturales y aprendan más sobre las maravillas que otros visitantes vienen a ver
Respetar la cultura local
Ofrecer a los visitantes experiencias interpretativas memorables que contribuyan a sensibilizarlos sobre el clima político, medioambiental y social de los países anfitriones.
Apoyar los derechos humanos y los movimientos democráticos
Diseñar, construir y operar instalaciones de bajo impacto.
Reconozca los derechos y las creencias espirituales de los pueblos indígenas de su comunidad y trabaje en colaboración con ellos para lograr su empoderamiento.
Ecoturismo en la práctica
El término ecoturismo debe ser objeto de un intenso debate, pero también es importante prestar atención a su aplicación práctica. En el ámbito del marketing, el uso del término es importante sobre todo si consigue atraer y persuadir a la gente, sin necesidad de debates profundos ni de evaluación y seguimiento de los impactos. Sin embargo, el uso adecuado del término debe ir acompañado de prácticas, productos y servicios que de hecho representen sus principios.
Ser capaz de analizar y construir críticamente, planificar, diseñar y poner en marcha empresas de ecoturismo, mejorar las competencias profesionales, interpretar el entorno natural, conocer y trabajar en el contexto del ecoturismo, requiere competencias técnicas combinadas con la aplicación práctica. Lograr los objetivos y metas de conservación implícitos en los principios y definiciones del ecoturismo, el turismo sostenible y el turismo responsable es posible, y hay buenos ejemplos para inspirarse.
Tema 2. El ecoturismo en el marco más amplio del turismo: Principales tendencias del turismo nacional e internacional y del ecoturismo
El turismo es un sistema resultante de la suma de interacciones económicas, culturales y ambientales que surgen del desplazamiento y consumo de bienes y servicios por parte de personas fuera de su lugar habitual (Sancho 1997; Fletcher et al., 2013; Vinasco Guzmán, 2017; Osorio-García & Domínguez Estrada, 2019). Se trata de uno de los sectores más pujantes de la economía mundial, ya que aporta más del 10% del PIB mundial de forma directa o indirecta, y genera alrededor de 300 millones de empleos en todo el mundo (IMF et al., 2021; UNWTO, 2019).
Según la UNWTO (2019), las principales tendencias del mercado turístico fueron viajar para generar procesos de cambio, convivir con las comunidades locales y viajar con mayor conciencia en procesos de sostenibilidad. Como ejemplo de esto último, Leal (2017) informa que el 42% de los turistas se consideraba sostenible y muestra un aumento del 11% en consumidores que querían pagar más, por marcas sostenibles con compromiso social y medioambiental entre los años 2014 y 2015.
Esta industria se basa en una decisión de viaje ligada a las motivaciones, definidas por un contexto, que puede variar según la valoración de una atracción, destino, actividad y/o gestión. Por lo tanto, se hacen importantes las motivaciones reflejadas en los destinos de moda o destinos de la lista de deseos, los cuales se asocian hoy en día, a lugares que promuevan salir de la zona de confort y los viajes cerca de casa, lugares que “crean recuerdos nuevos y auténticos que resuenan con su motivación para explorar y descubrir experiencias novedosas” (Burkhard et al., 2016).
El ecoturismo por su lado también sigue las tendencias anteriores. Sin embargo, responde a una demanda actual donde el turismo encuentra motivación en la naturaleza y en las formas de gestión asociadas a la sostenibilidad donde actividades como la interpretación son importantes (Jiménez Bulla, 2010).
ATTA (2022) señala que, en Norteamérica, en 2021 se produjo un crecimiento del 200% en las reservas de hoteles nacionales en Trip.com respecto a 2019, especialmente entre los viajeros que buscan este tipo de turismo. Esto coincide con Burkhard et al. (2016), quienes afirmaron en sus proyecciones que a partir de 2017, los turistas estarían más interesados en los impactos ambientales, económicos y sociales manifestados en características de viaje asociadas a la reducción de la huella de carbono (viajando cerca de casa), eligiendo empresas con enfoque social, dejando un impacto positivo a través de programas de voluntariado y eligiendo hospedajes rurales o posadas, ganando mayor interés que los hoteles tradicionales o “bed and breakfasts”. Según Leal (2017), la cuota de mercado del ecoturismo aumentó considerablemente en la última década, pasando del 7% en 2010 al 25% en 2016.
Por otro lado, vale la pena mencionar que el turismo es una industria fluctuante y vulnerable a ciertas condiciones. Por ejemplo, fue una de las más afectadas en la pandemia de Covid-19. Sin embargo, el turismo interno, el turismo de nicho, el de naturaleza y el turismo de Aventura, fueron los que tuvieron una recuperación más significativa (FMI et al., 2021). En 2020, prevaleció la demanda de turismo al aire libre, motivada principalmente por la búsqueda de estar más saludable y descansar del trabajo frente a una pantalla. Cuyas actividades principales fueron el footing, la escalada, la pesca, el ciclismo y la acampada (Outdoor Foundation, 2021), y se preferían los lugares cercanos al domicilio (menos de 15 km) (Outdoor Foundation, 2021), o en ciudades o pueblos pequeños, y en grupos de menos de diez personas (Atta, 2021).
En cuanto al enfoque de sostenibilidad característico de la tipología de ecoturismo también comenzó a tener mayor relevancia, como demuestran los estudios realizados por:
- Euromonitor, citado por Vargas (2020), afirma que las principales motivaciones de los turistas son “el turismo sostenible (34,6%), la inmersión natural (29,3%) y las experiencias locales auténticas (52,0%).”
- El informe de sostenibilidad de Booking 2021, muestral que partir de 2019, el 61% de sus viajeros buscaban viajes más sostenibles donde se tuvieran en cuenta los impactos en los territorios. Alrededor del 84% de los clientes, quiere entender y preservar el patrimonio cultural, el 76% busca tener un impacto económico en términos de distribución equitativa de los beneficios, el 73% quiere experiencias auténticas de las culturas locales en su viaje, y en temas, el 46% de los viajeros están preocupados por el exceso de residuos, el 38% están preocupados por las amenazas a la biodiversidad y su hábitat, y el 29% están preocupados por sus emisiones de CO2.
Sin embargo, hay que tener en cuenta la relación costo-beneficio en términos de sostenibilidad no siempre es favorable para la percepción de los turistas. Por ejemplo, el 22% de los turistas no quiere optar por un destino sostenible debido a su alto precio, y el 13% desconfía de que sea “eco” (Leal, 2017). Esto da lugar a un nuevo perfil de turista, que también se puede aplicar a los ecoturistas:
- Formado principalmente por Millennials y Generación Z (73% según CREST 2016 (Leal, 2017) dividido en diferentes segmentos: Hard-Core, dedicado, convencional y casual.
- Los caracteriza su alto nivel de educación; son viajeros experimentados con un poder adquisitivo medio-alto, gastando entre 400 dólares diarios (turista de naturaleza) y 80 dólares diarios (turista medio) aproximadamente. La mayoría viaja de manera independiente, en pareja o en grupo de amigos (Procolombia, 2018; Crespo Jareño, 2019; Leal, 2017).
- Motivados por la inmersión en la naturaleza y la cultura, visitan lugares con importancia ecológica y cultural que contribuyen a la conservación y al desarrollo local, visitan destinos únicos e inexplorados y cuentan con información de buena calidad proporcionada (Procolombia, 2018; Crespo Jareño, 2019).
Aunque es difícil encontrar cifras de este tipo de turismo, las disponibles se asocian o bien a los lugares donde se desarrolla el turismo (en algunos países se evalúa principalmente por las cifras de turismo en Parques Nacionales y áreas protegidas) o muchas veces a cifras asociadas a actividades al aire libre y de aventura como muchas de las mencionadas anteriormente. (Bricker, 2017).
Tema 3. El ecoturismo en el marco del turismo de naturaleza: similitudes y diferencias con otros tipos de experiencias turísticas en la naturaleza
Los entornos con naturaleza en el planeta son susceptibles del desarrollo de numerosos tipos de actividades turísticas. Estas actividades se pueden clasificar a partir de analizar el interés por los recursos que se encuentran en ese entorno natural.
De este modo, entendemos el ecoturismo como un sinónimo de turismo de naturaleza cuando el objetivo de la actividad turística es mostrar e interpretar los recursos naturales bióticos o abióticos que forman parte de ella, habitualmente denominado “Turismo de observación o avistamiento de -nombre del recurso-”.
Secundariamente, estas actividades pueden agregar la interacción con las comunidades que viven en ella y que dan sentido a su cultura.
Así pues, el ecoturismo crea experiencias que tienen un contacto profundo con la naturaleza a partir de su conocimiento y disfrute, que se da en la actividad. Por consiguiente, el ecoturismo es una forma de turismo basado en la naturaleza, pero que tiene unas características concretas que lo hacen más específico (entre otros, destacan los componentes éticos e interpretativos que toda actividad ecoturística debería ofrecer).
Existen múltiples aproximaciones a la actividad ecoturística en función de la profundidad del interés del público y la especificidad por los recursos. Un primer aspecto importante para tener en cuenta es el tipo de medio natural en el que se encuentra el recurso, pues la actividad puede tener lugar en un entorno terrestre o acuático (marino o terrestre), o incluso aéreo. También en qué tipo de hábitats o ecosistemas se desarrolla la actividad. Por ejemplo, una selva, zonas desérticas o glaciares, ambientes de alta montaña, ambientes marinos o subacuáticos, o la simple lejanía de lugares habitados.
Este aspecto conlleva a que, para realizar la actividad, los guías profesionales deban disponer de un profundo conocimiento que garantice la seguridad de los turistas y a menudo la necesidad de disponer de certificaciones especiales. Este aspecto es relevante, sin olvidar que el objetivo principal de la actividad ecoturística es el conocimiento y disfrute de la naturaleza y no la búsqueda de la aventura por el grado de peligro o inseguridad en sí misma. A la vez que se van a necesitar equipos y medios de transporte adecuados para ello sin que ello cambie el fin de la actividad.
Podemos separar dentro del ecoturismo tipos de actividades generalistas en que no hay un elemento principal a observar sino la totalidad de los recursos, también llamados de historia natural, en América latina.
Sin embargo, existen otros tipos de actividades en las que el recurso natural es específico y ello determina muchos aspectos técnicos y que da nombre concreto al tipo de turismo o modalidad ecoturística. Estos se pueden clasificar bajo un paraguas extenso de un grupo de recursos, como es el caso de:
- turismo geológico
- turismo observación de flora o fauna
- turismo subacuático
- turismo de observación de fenómenos atmosféricos o climáticos
- turismo de observación de la bóveda celeste o astroturismo
- etc.
Otro tipo de actividades por su importancia histórica ya han creado una segmentación dentro de un grupo de organismos, lo que ha dado nombre a la actividad de forma específica. Algunos ejemplos podrían ser los que conforman el reino animal, donde hablamos de:
- Turismo de observación de aves -birding, birdwatching o aviturismo-
- Turismo de observación de insectos
- Turismo de observación de anfibios y réptiles -herping-
- Turismo de observación o avistamiento de cetáceos -whale watching-
Existen otros tipos de turismo que se pueden considerar ecoturismo si bien ponen su foco de atención más allá de la observación e interpretación. Hablamos de:
- Turismo científico: es el turismo basado en la observación y estudio de un recurso o la naturaleza con fines científicos y en que los usuarios forman parte de un equipo de guías científicos o que utilizan metodología científica para el desarrollo de la actividad.
- Turismo de conservación: es el turismo que se basa en participar en una acción de conservación durante el transcurso de un guiado de naturaleza. Por ejemplo, la extracción de residuos marinos, la restauración de un hábitat, etc.
- Turismo fotográfico o de safaris fotográficos: el fin del guiado es además de la observación de un recurso o el paisaje, aprender sobre técnica fotográfica de naturaleza para realizar buenas imágenes o grabaciones.
Se pueden describir un sinfín de actividades, cada vez más numerosas en entornos naturales con fines distintos a los mencionados y que entran dentro del concepto de turismo basado en la naturaleza, pero no necesariamente dentro del ecoturismo (si bien pueden ser parcialmente ecoturísticas). Algunos ejemplos serían:
- Turismo de aventura: tipo de turismo que busca la emoción a través de actividades de alto riesgo y que necesitan principalmente garantizar la seguridad fuera de lo habitual en la naturaleza. Algunas de estas actividades son: barranquismo, “canopy”, rafting, ciclismo de montaña o mountain bike, equitación, escalada, rappel, espeleología, esquí, cayakismo, montañismo, parapente y paracaídismo, surfing, trekking, etc.
- Turismo activo: es un turismo que se da en entornos naturales, principalmente como actividad deportiva de bajo riesgo y que puede incluir una parte de observación o interpretación en el recorrido, en función del objetivo principal se puede incluir como ecoturística. Ejemplos como: el ciclismo, el senderismo, snorkeling, etc.
Así mismo, existen otros tipos de turismo en entornos naturales donde la actividad se centra en el conocimiento del modo de vida o las actividades humanas diversas:
- Agroturismo o turismo rural, turismo de pesca: turismo basado en participar en la forma de vida de una comunidad rural o pesquera.
- Turismo étnico o basado en las comunidades (community-based tourism): turismo basado en participar en la forma de vida de una comunidad ancestral que habitualmente vive de la naturaleza poco intervenida.
Finalmente, existen denominaciones específicas de turismo, como el turismo responsable, el sostenible, o el regenerativo, entre otras, que ponen el foco en el impacto positivo de su acción sobre el territorio y la población. Tienen un carácter transversal y son aplicables a todas las modalidades de turismo y por consiguiente también al ecoturismo.
Algunos autores, como Boullon (2002), Medina (2003), Font (2006), Vera et al. (2011) o Gray (2012) han desarrollado definiciones propias sobre cada una de las modalidades presentadas previamente.
Tema 4. El ecoturismo y el diseño de experiencias: Características, elementos y factores de la experiencia turística
Según Qianni (2021: 129), “la experiencia ecoturística significa que los turistas obtienen el disfrute ecológico, la percepción ecológica y el gusto estético ecológico a través de los sentidos y las actividades de pensamiento, en las actividades de ecoturismo”.
El diseño de una experiencia ecoturística debe tener en cuenta no sólo la sostenibilidad de la acción, para que pueda ser replicada infinitas veces sin que disminuya el grado de satisfacción de los turistas, sino que también debe ser atractiva para atraer a los clientes potenciales. Así, el número y el tipo de elementos (tanto naturales como culturales) que intervengan en cada experiencia ecoturística, definirán en última instancia las características de la experiencia y el grado de satisfacción.
El turismo está íntimamente relacionado con el concepto de “experiencia estética” que puede extraerse de la naturaleza (Kirillova & Lehto, 2015), y en el turismo de naturaleza puede representar algo sagrado cuya calidad estética del paisaje afecta positivamente a la fidelidad del turista (Zhang & Xu, 2020). En otras palabras, las experiencias emocionales influyen en la imagen holística del destino, en un contexto de ecoturismo (Li et al., 2021). La naturaleza suele percibirse como paisajes verdes (por ejemplo, Scolozzi et al., 2015; Bijker & Sijtsma, 2017), aunque esos paisajes tengan poco valor de conservación (Pavão et al., 2021). Por ello, cultivar el conocimiento y las actitudes hacia el ecoturismo, durante las visitas de los ecoturistas, puede aumentar el valor percibido de las áreas protegidas y la satisfacción de los turistas, un elemento clave para el éxito a largo plazo de los productos y destinos ecoturísticos (Castellanos-Verdugo et al., 2016). Dado que el ecoturismo es importante para apoyar los esfuerzos de conservación, las experiencias ecoturísticas deberían estar diseñadas para incluir diferentes tipos de áreas protegidas, haciendo de esto un factor clave para mejorar la experiencia turística. En este caso, los guías de la naturaleza podrían desempeñar un papel importante como profesionales de la conservación, dado el nivel educativo generalmente alto de este tipo de turistas (por ejemplo, Queiroz et al., 2014).
Pero compartir el mismo nivel educativo no significa compartir la misma motivación ecoturística. Las Naciones Unidas consideran la existencia de tres tipos de ecoturistas, el ecoturista “hard”, el ecoturista “soft” y el ecoturista de aventura, por lo que debemos ser capaces de diseñar diferentes tipos de experiencias para acomodar las distintas preferencias. “El ecoturista “hard” está motivado principalmente por un interés científico en la naturaleza y se interesa por la observación de aves, la fotografía de la naturaleza y los viajes botánicos” (https://www.crocodilebay.com/ecotourist-what-type-are-you/). El ecoturista “soft”, “está interesado en observar la vida salvaje y participar en la cultura local”. Este es el segmento del ecoturismo que más crece, y aunque puede relacionarse con el ecoturista “hard” en el sentido de que le gusta observar la naturaleza, lo hace de una forma más contemplativa. Observar mientras se hace senderismo o se monta en un barco. Por ello, la presencia de senderos es un buen elemento para desarrollar las actividades, y un factor importante para lograr la satisfacción. Por último, el ecoturista de aventura “realiza actividades de riesgo moderado a alto como el surf, el buceo, el snorkel, el windsurf, el rafting y la pesca deportiva”. En este caso, los elementos clave de la experiencia ecoturística deben encontrarse de nuevo en la naturaleza. Así, cada socio debe buscar elementos potenciales para satisfacer a este tipo de turista. En las Azores, por ejemplo, varios estudios señalan la importancia del paisaje marino y de la biodiversidad marina para atraer a buceadores y pescadores deportivos (por ejemplo, Bentz et al., 2014; 2016), mientras que actividades emergentes como el barranquismo y el coasteering también están adquiriendo una importancia creciente (Silva & Almeida, 2013; Botelho et al., 2022).
Dado que las experiencias ecoturísticas implican actividades al aire libre, cualquier peligro natural puede ser un factor limitante de la experiencia. Antes de planificar cualquier actividad ecoturística, debemos buscar las condiciones meteorológicas para el día de la actividad planificada, y comprobar también si hay algún problema de seguridad, en el entorno donde se realizará la actividad. El briefing es una importante herramienta de concienciación para los turistas antes de realizar una actividad que implique algún riesgo.
Un último aspecto, pero también importante, del ecoturismo es que debe generar ingresos para las comunidades locales de entrada, aquellas que viven junto a las áreas protegidas donde se realizan las actividades ecoturísticas y que dependen de los ingresos del turismo (Slocum et al., 2022). Por lo tanto, la planificación de una experiencia ecoturística debe considerar la participación de la población local en las actividades; por ejemplo, planificando visitas a tiendas de artesanía local donde puedan comprar productos locales diseñados con materiales locales, o diseñando actividades donde al final el turista pueda cocinar su propia comida, con el pescado que acaba de pescar. Este último ejemplo es actualmente una experiencia exitosa de turismo de pesca artesanal, que tiene lugar en las Azores.
Al final, una experiencia de ecoturismo incluye aspectos estéticos, emocionales y de acción, y entender cómo la imagen del destino se ve afectada por la experiencia del turista puede ayudar a los operadores del destino a diseñar experiencias adecuadas (Wang et al., 2012). Así pues, un diseño participativo que implique a los turistas en todas las fases del diseño es crucial para que la experiencia tenga éxito (Tussyadiah, 2014).
En pocas palabras, el diseño de una experiencia ecoturística debe atender a:
a. Las características que definen el tipo de ecoturista (hard, soft, de aventura);
b. Los elementos locales que harán que la experiencia ecoturística sea atractiva para un determinado tipo de ecoturista (arroyos, lagos, bosques, senderos, etc.);
c. Factores que pueden afectar al éxito de la experiencia (clima, presencia de pendientes pronunciadas, riesgo de desprendimiento, etc.).
Tema 5. Turismo sostenible y ecoturismo: fundamentos, objetivos, principios y tendencias actuales. El papel clave del ecoturismo como motor del turismo sostenible mundial.
El turismo es un fenómeno social complejo, un sistema reconocido por su transversalidad, multidimensionalidad, interdisciplinariedad, multisectorialidad y dinamismo (Beni, 2003, 2020; Molina, 1998; Moesch, 2004). Aunque los académicos, activistas y planificadores comenzaron a considerar, sólo a finales de la década de 1980, la aplicación del concepto de sostenibilidad al ámbito del turismo -ante las acaloradas discusiones derivadas de la publicación del Informe Brundtland (1987) y de la Conferencia de Río (1992)-, las semillas del concepto de “Turismo Sostenible” se plantaron antes (McCool & Bosak, 2016).
El reconocimiento de los impactos negativos, principalmente sobre el sistema natural (Dias, 2008), atribuidos al crecimiento desenfrenado de un modelo de turismo masivo y desordenado (Cooper & Ozdil, 1992; Swarbrooke, 2000), se produjo en paralelo al estallido de los debates sobre los límites de los cambios ecológicos globales en la década de 1970 (Sharpley, 2000). Sin embargo, la idea del turismo sostenible cobró fuerza a principios de la década de 1990 (Saarinen, 2006), entre otras cosas, debido a la constatación de los impactos negativos producidos por el sector, tanto en el ámbito económico como en el sociocultural y físico (Leiper, 1995), tales como: el uso intensivo -repetidamente depredador y temerario- de los bienes naturales que constituyen sus atractivos y la base de sustentación de muchas de sus actividades (Dias, 2008). Asimismo, surgieron problemas relacionados con los procesos de desarraigo cultural por la desvalorización de las actividades productivas locales tradicionales, debido a la focalización en el “monocultivo” del turismo (Valls, 2006); el aumento de los costos de vida de la población residente (Costa, 2013); la saturación de las capacidades de carga psicológica o social (Liu, 2003); la exclusión social y socioproductiva, la marginación y la baja participación de las comunidades locales en los beneficios económicos del sistema productivo (Krippendorf, 2001; Tasso, 2014; Irving et al., 2015), entre otros.
En consecuencia, el turismo comenzó a ganar nuevas propuestas y conceptos diametralmente opuestos a los arraigados en el modelo depredador del turismo de masas, es decir, centrados en la prudencia con el medio ambiente, en la autonomía y participación de la población residente, en el respeto a las identidades culturales, y realizados a menor escala. Estos cambios dan lugar a nuevas tipologías: Turismo Alternativo (Kilipiris & Zadava, 2012); Ecoturismo; Turismo Verde; Turismo Responsable (ICRT, 2014); entre otros (Meler & Ham, 2012).
Poco a poco, el surgimiento del discurso del “Turismo Sostenible” se configuró como una idea fuerte (Saarinen, 2006), frecuente en las discusiones sobre el tema en diversos eventos internacionales. La Organización Mundial del Turismo (WTO, 1994, p. 51) presentó el entendimiento de que “(…) el desarrollo del turismo sostenible puede satisfacer las necesidades económicas, sociales y estéticas, y simultáneamente la integridad cultural y ecológica. Puede ser beneficioso para los anfitriones y los visitantes y, al mismo tiempo, proteger y mejorar la misma oportunidad para el futuro”.
Cada vez se añadieron más elementos (directrices y principios) al marco conceptual y a las ideas. Los estudiosos e investigadores trataron de demostrar que el turismo sostenible se estructura a partir del equilibrio de elementos fundamentales, que interactúan entre sí. Müller (1994) destacó, como supuestos centrales, un pentágono de elementos insustituibles para la sostenibilidad del turismo: la salud económica, el bienestar subjetivo (de la comunidad anfitriona), la optimización de la satisfacción del cliente, la naturaleza intacta y la protección de los recursos, y la cultura saludable.
En 1999, el “Código Ético Mundial para el Turismo” – presentado en la Asamblea General de la OMT, reforzó el discurso de que, en una propuesta de desarrollo turístico sostenible, debe haber una participación equitativa de las comunidades residentes en los beneficios económicos, sociales y culturales derivados del turismo. sector (BRASIL, 2007a). La ética en la ejecución de la actividad, el fomento de la participación y la cooperación de todos los actores involucrados, la orientación del comportamiento de los visitantes hacia una postura responsable, la integración con la economía local, entre tantos otros, son sólo algunos ejemplos de nuevos enfoques.
Además de las características mencionadas, se destacaron otros aspectos en el proceso de construcción de modelos que buscan solidificar las prácticas del turismo sostenible. A continuación, se señalan nuevas percepciones sobre la importancia de la articulación entre las esferas de los poderes locales, la reducción de los residuos, la calificación de la mano de obra, la responsabilidad en la comercialización de la actividad y el fomento de la investigación científica en los destinos (Garrod & Fyall, 1998):
- Reducción de los residuos y del consumo excesivo, aumentando la resiliencia del medio ambiente degradado;
- Articulación entre los poderes públicos y privados, con el objetivo de minimizar los conflictos y problemas;
- Cualificación múltiple de la mano de obra de los residentes para que puedan trabajar en todos los niveles del sector;
- Responsabilidad en los procedimientos de marketing turístico, procurando la concienciación del respeto al entorno social, cultural y natural de los destinos;
- Ampliación del marco de investigación desarrollado en los destinos turísticos que buscan un análisis situacional de la actividad, como forma de identificar impactos y problemas, alternativas y la mejora del sector.
Poco a poco, los procesos de ampliación de la comprensión del concepto de turismo sostenible experimentaron avances considerables. Para lograr el desarrollo cohesionado de la actividad, las cuestiones pasaron por ámbitos cada vez más específicos:
- Ser ecológicamente sustentable y económicamente viable, simultáneamente;
- Distribuir equitativamente sus beneficios;
- Respetar la ética y ser aceptado socialmente por la comunidad de acogida;
- Integrarse con todos los aspectos del entorno, para respetar las zonas frágiles y la capacidad de soporte de las zonas visitadas;
- Fomentar la participación de todos los actores implicados, ya que la conservación del patrimonio cultural y natural implica cooperación, planificación y gestión;
- Garantizar la satisfacción del turista y, al mismo tiempo, impulsar su comportamiento hacia la conservación de los entornos y el respeto a la cultura local;
- Estar integrados en la economía local y promover la mejora de la calidad de vida de las comunidades anfitrionas;
- Estar necesariamente planificados y aplicar los principios de sostenibilidad a todos los componentes del producto turístico (desde el transporte utilizado, la armonía de las instalaciones construidas con el medio ambiente, la cuestión del saneamiento, el uso eficiente de la energía, etc.);
- Llevar a cabo una comercialización responsable;
- Investigar y supervisar la actividad turística para que el desarrollo de esta se produzca de acuerdo con los principios y criterios de sostenibilidad, de forma que se mantengan los avances, evitando retrocesos. (Francia, 1998; Brasil, 2007b).
Es relevante considerar con la base que el ecoturismo está vinculado al desarrollo del turismo sostenible, que según la UNWTO se define como “El turismo que tiene plenamente en cuenta las repercusiones económicas, sociales y medioambientales actuales y futuras para satisfacer las necesidades de los visitantes, de la industria, del medio ambiente y de las comunidades anfitrionas”. Según esto, las directrices para el desarrollo sostenible del turismo y las prácticas de gestión sostenible se aplican a todas las formas de turismo. Sin embargo, esta definición nos da la base para que la actividad ecoturística esté alineada con los principios de sostenibilidad que son el ambiental, el económico y el sociocultural, donde es necesario establecer un adecuado equilibrio entre estas tres dimensiones para garantizar su sostenibilidad a largo plazo.
Por lo tanto, el turismo sostenible debe:
- Hacer un uso óptimo de los recursos ambientales que constituyen un elemento fundamental del desarrollo turístico, manteniendo los procesos ecológicos esenciales y ayudando a conservar los recursos naturales y la diversidad biológica.
- Respetar la autenticidad sociocultural de las comunidades anfitrionas, conservar sus bienes culturales y arquitectónicos y sus valores tradicionales, y contribuir al entendimiento y la tolerancia intercultural.
- Garantizar actividades económicas viables a largo plazo que aporten beneficios socioeconómicos bien distribuidos a todos los actores, incluyendo oportunidades estables de empleo y obtención de ingresos y servicios sociales para las comunidades de acogida, contribuyendo a reducir la pobreza.
Una directriz común para la búsqueda de la sostenibilidad son los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2015-2030 (ODS), elaborados por las Naciones Unidas (UNWTO, 2015). En el ámbito del turismo también se han desarrollado y aplicado muchos indicadores de sostenibilidad, y recientemente se ha analizado cada vez más la relación del turismo y sus indicadores con los ODS (Rasoolimanesh, et al., 2020; Spenceley & Rylance, 2022). En su aplicación práctica, los avances hacia la sostenibilidad en el turismo ponen de manifiesto la necesidad de fortalecer la gobernanza y las asociaciones entre la población local, los empresarios, la sociedad civil, el gobierno, entre los actores de diferentes niveles, con atención a las relaciones horizontales, verticales y de poder (Scheyvens & Cheer, 2021). En general, la relación de los ODS con el turismo y el ecoturismo puede ilustrarse como se muestra en la tabla siguiente.
Objetivos de desarrollo sostenible ODS
Temas y acciones relacionadas con el turismo y ecoturismo
Proporcionar ingresos, crear puestos de trabajo, reducir la pobreza, promover el espíritu empresarial y la capacitación de los grupos menos favorecidos, especialmente los jóvenes y las mujeres.
Promover la agricultura sostenible, abastecer a los hoteles y restaurantes con producción local. La venta de productos locales y el agroturismo mejoran las experiencias turísticas.
Los ingresos fiscales procedentes del turismo se invierten en asistencia sanitaria, salud materna, prevención de enfermedades y reducción de la mortalidad infantil.
Promover la inclusión, invertir en el desarrollo de competencias para la mano de obra, ofrecer oportunidades de aprendizaje a los jóvenes, las mujeres y las personas con necesidades especiales.
Capacitar a las mujeres, proporcionar empleos e ingresos directos, promover el compromiso y el liderazgo de las mujeres
Contribuir al acceso al agua, la seguridad, la higiene y el saneamiento para todos. Reforzar el uso eficiente, el control de la contaminación y la eficiencia tecnológica.
Promover el cambio hacia fuentes de energía renovables y limpias. Reducir los gases de efecto invernadero, mitigar el cambio climático y contribuir al acceso a la energía para todos.
Decent work opportunities, enhancing positive socio-economic impacts.
Promover e influir en las iniciativas y políticas de infraestructura, hacia la sostenibilidad, la innovación, las prácticas de uso eficiente de los recursos y las bajas emisiones de carbono, atrayendo turistas y otras inversiones.
Reducir la desigualdad y comprometer a la población local, dando a la gente la oportunidad de prosperar en su lugar de origen. El turismo como herramienta de integración y diversificación económica.
Promover la regeneración y preservar el patrimonio cultural y natural, las infraestructuras verdes y las ciudades más inteligentes y ecológicas.
Adoptar normas y herramientas de consumo y producción sostenibles para controlar el impacto y los resultados económicos, sociales y medioambientales.
Desempeñar un papel de liderazgo en la respuesta al cambio climático. Promover un crecimiento bajo en carbono y reducir la huella de carbono.
Ayudar a conservar y promover ecosistemas marinos sanos, contribuir al uso sostenible de los recursos marinos, promover una economía azul
Conservar el patrimonio natural y la biodiversidad, preservar las zonas frágiles, promover la gestión sostenible y generar ingresos como medio de vida alternativo para las comunidades locales
Fomentar la tolerancia y el entendimiento multicultural e interconfesional, beneficia y compromete a las comunidades locales, y ayuda a consolidar la paz.
Fortalecer las alianzas público-privadas e involucrar a múltiples partes interesadas para trabajar juntos en la consecución de los ODS y otros objetivos comunes. Las políticas públicas y la financiación innovadora son fundamentales para lograr la Agenda 2030.
*Adaptado de: https://tourism4sdgs.org/
Tema 6. Servicios de los ecosistemas: los beneficios del entorno natural para los seres humanos y el importante papel del ecoturismo
Los humanos tenemos una relación constante con la biodiversidad que nos rodea y de la que derivamos nuestros procesos de desarrollo biológico y social. Desde la fruta que consumimos por la mañana, el agua de la que dependemos, e incluso la hermosa vista que nos llena de felicidad durante nuestros viajes y procesos turísticos: todos ellos son servicios ecosistémicos que juegan a favor de nuestro bienestar. Sin embargo, ¿qué son exactamente estos servicios de los ecosistemas, ¿cómo podemos identificarlos, ¿cómo representan las contribuciones de la naturaleza a las personas y cuál es su vínculo con el ecoturismo?
Los servicios de los ecosistemas son “los beneficios que las personas obtienen de los ecosistemas”, según la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio (EEM). Se clasifican en cuatro tipos o niveles (MEA, 2005) 1) Servicios de aprovisionamiento; 2) Servicios culturales; 3) Servicios de regulación; 4) Servicios de apoyo. Veamos estas categorías en detalle.
- Los servicios de aprovisionamiento (también llamados de suministro o provisión): Son los más fáciles de identificar. Suelen ser productos concretos, cosas tangibles que obtenemos directamente de la naturaleza. Alimentos como la leche, las frutas, el té o el café, y el agua limpia para el consumo y uso humano están en esta categoría. Los servicios de aprovisionamiento también incluyen materiales, como la madera que puede utilizarse en la construcción o la artesanía o las fibras naturales que también pueden utilizarse en la artesanía o la decoración (Fedele et al., 2021). Dentro de las prácticas de ecoturismo, encontramos múltiples vínculos en esta categoría, como el consumo de alimentos típicos de las regiones y disponer de agua potable en las rutas.
- Servicios culturales: Esta categoría es intangible y está asociada a los diferentes territorios y relaciones que establecemos en cada localidad con los recursos naturales que nos rodean. Aquí encontramos esas experiencias personales o colectivas, esas sensaciones de alegría, de bienestar que las personas obtienen de su interacción con la naturaleza. Por supuesto, este es un servicio central en las actividades de ecoturismo ya que nos lleva a la búsqueda que las personas realizan para tener contacto con el medio natural. Además, todas aquellas actividades que son recreativas, la contemplación de un paisaje bello o único, o lo que obtenemos a través del aprendizaje de la observación y el conocimiento de la naturaleza, e incluso lo que nos lleva a identificarnos como culturas diferenciadas por nuestros valores e inspiración espiritual (Angarita-Baéz et al., 2017).
- Los servicios de regulación son servicios asociados al funcionamiento de los ecosistemas que crean condiciones beneficiosas para las personas. Pensemos, por ejemplo, en la vegetación de un bosque, que puede capturar el CO2 y otros gases contaminantes de la atmósfera y, al mismo tiempo, proporcionarnos oxígeno, filtrar el aire que respiramos y garantizar que los seres vivos puedan generar crecimiento y biomasa. Asimismo, la vegetación de las zonas de páramo o bosques de alta montaña capta y regula el agua, que se libera gradualmente en los ríos y arroyos, asegurando un flujo de agua medido. Como parte de esta categoría de servicios están algunos insectos, aves y murciélagos que juegan un papel fundamental en los procesos de polinización, tanto de las plantas silvestres como de los cultivos de los que dependemos (Rodríguez et al., 2015).
- Servicios de apoyo: Esta última categoría corresponde a las condiciones para que se den los otros tipos de servicios. Son procesos más que componentes aislados, como la fotosíntesis o la descomposición de la materia orgánica que devuelven a la tierra nutrientes esenciales para ser utilizados por otros organismos, que no son utilizados directamente por las personas, pero de los que dependemos (MEA, 2005). Algunos investigadores no reconocen esta categoría como servicios ecosistémicos sino como procesos dentro de los ecosistemas (Rincón-Ruíz et al., 2014), sin los cuales ninguno de los otros podría ocurrir.
Probablemente ya haya identificado que estos beneficios proporcionados por los ecosistemas están en todas partes. Sin embargo, el término no se utilizó hasta 1981 (Chaudhary et al., 2015) y cobró fuerza en 2005 en la investigación científica y el discurso político con la publicación de la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio. Esta evaluación identificó que alrededor del 60% de los servicios de los ecosistemas a nivel mundial están degradados o se utilizan de forma insostenible (MEA, 2005). Este es un punto crítico en el que el ecoturismo vuelve a ser causa y efecto porque, si se cumplen sus principios, es un medio de interacción con los componentes y procesos de los ecosistemas que debería llevarnos a revertir esta alarmante situación. Por el contrario, tergiversar los principios puede impactar significativamente en el equilibrio de las interacciones en la naturaleza, corrompiendo lo que lo define y requiere.
Aunque el concepto de servicios ecosistémicos ha sido ampliamente aceptado y difundido, desde 2018 ha aparecido otra propuesta que lo integra y amplía. Se trata de la idea de las contribuciones de la naturaleza a las personas, o PNC. La Plataforma Intergubernamental Científico-Política sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) define las PNC como: “Todas las contribuciones, positivas y negativas, de la naturaleza viva (diversidad de organismos, ecosistemas y sus procesos ecológicos y evolutivos asociados) a la calidad de vida de las personas” (Díaz et al., 2018, p.270). Estos PNCs tienen tres grupos: 1) PNCs materiales, 2) PNCs no materiales o inmateriales y 3) PNCs reguladores. Estos se dividen en 18 categorías, y destacan la importancia de explicitar el contexto local de cómo se definen estas contribuciones, si son positivas, si contribuyen al bienestar humano o negativas, si, localmente son vistas como adversas, considerando que esto variará según cada contexto territorial (Díaz et al., 2018).
Aunque la definición de PNC es un poco más amplia que la de servicios ecosistémicos inicialmente propuesta, se identifica que ambas ideas se basan en “los beneficios que las personas obtienen de los ecosistemas” (MEA, 2005). Por otra parte, supongamos que se examinan los tres grupos de PNC. En ese caso, observará que los PCN materiales son similares a los servicios de aprovisionamiento, que los PCN inmateriales son similares a los llamados servicios culturales y que los PCN reguladores y los servicios de regulación son prácticamente sinónimos. Sin embargo, cabe destacar que la definición de PNC implica que la naturaleza también puede producir cosas que nos perjudican.
Entonces, ¿dónde está la novedad de los PNC y cuál es su vínculo con el ecoturismo?
- Los grupos y categorías de PNC son más flexibles y dinámicos que las categorías de servicios ecosistémicos. Si consideramos, por ejemplo, la alimentación, bajo la visión de los servicios ecosistémicos, estaríamos hablando de un servicio de aprovisionamiento. Ahora bien, veámoslo desde el PNC. Reconoce que la comida puede ser algo más que un producto que alimenta ya que ofrece la posibilidad de identificar su dimensión inmaterial, dado que está estrechamente relacionada con la cultura en territorios específicos donde hay platos tradicionales que forman parte de la identidad que visitamos. Incluso tenemos alimentos relacionados con fiestas o rituales que aportan identidades específicas a los territorios (Díaz et al., 2018).
- Dentro de la visión de los servicios ecosistémicos, no estaba claro el papel de la cultura en la forma en que las personas se relacionan con ellos. La idea del PNC permite reflejar mejor la complejidad de las relaciones humanas con la naturaleza y sus servicios al abandonar una clasificación en grupos y categorías. Sin embargo, presenta otro nivel de complejidad relevante, y es precisamente el de los territorios específicos donde existe una multitud de cosmovisiones diferentes al enfoque científico occidental.
- Así, el marco del PNC busca adoptar un lenguaje más amplio y menos técnico, facilitando la comunicación y la transferencia de información entre personas con diferentes intereses y conocimientos (Kadykalo et al., 2019).
El IPBES publicó un informe en el que se advierte que cerca de un millón de especies están actualmente en peligro de extinción (IPBES, 2019). Ahora considere cómo todos estos componentes de la biodiversidad interactúan de manera única para contribuir con procesos y elementos a nuestro bienestar. Cómo la gente viaja para visitar sitios únicos con especies particulares en territorios donde las comunidades humanas dependen directamente de ellas; pregúntese cómo el ecoturismo puede contribuir al conocimiento, disfrute y permanencia de esos aportes y servicios que son la causa y efecto mismo de esta actividad económica.
Tema 7. Recursos naturales para el ecoturismo: geología, fauna, flora y hongos, ecosistemas y paisajes naturales
La naturaleza es esencial para nuestra vida, pero pensando en los recursos naturales las manifestaciones y atributos de la naturaleza, en su forma original, constituyen un patrimonio o activo, que el hombre puede transformar en recurso, o tomar servicios de él, utilizando los medios técnicos y económicos de su contexto cultural, político y social (Leno Cerro, 1993). De esta manera, es necesaria una gran responsabilidad en la planificación y gestión de los recursos naturales para el ecoturismo, ya que un determinado recurso natural se convierte en un recurso turístico cuando, a través de la intervención humana, se convierte en utilizable para el turismo, ya sea como una atracción turística natural, o como un recurso utilizado por el turista durante su experiencia, como el agua, los suelos de los seres vivos (Pires, 2013).
Sin embargo, a pesar de su innegable importancia y papel ecológico, no todos los recursos naturales son atractivos para el turismo. Así, los atractivos turísticos naturales son aquellos recursos naturales con factores de atracción turística.
Como parte de su planificación y gestión, es necesario reconocer cuáles son los elementos naturales que forman parte del contexto ecoturístico, y cuál es la relación con las actividades turísticas. Para este inventario, la clasificación de los diferentes recursos naturales es un paso esencial, que permitirá una evaluación estandarizada de los tipos de productos y sus respectivos atributos (Carelles, 1992). Del mismo modo, constituye una etapa denominada plan interpretativo, en el ámbito de la estrategia de interpretación del patrimonio (natural y cultural) para los visitantes de los destinos turísticos (Murta & Goodey, 2002).
Existen diferentes formas de clasificarlo, una de ellas puede ser la siguiente: a) clasificaciones basadas en la tipología de los recursos; b) clasificaciones basadas en la tipología e importancia de los recursos; c) clasificación de los recursos naturales según la intensidad de uso; d) clasificación de los recursos naturales según sus características principales y secundarias; y d) sistema de clasificación de los recursos naturales para el inventario nacional.
Una de las motivaciones más comunes del ecoturismo es el paisaje. Estas motivaciones están impulsadas por el valor que el turista asigna a la relación entre los elementos físicos, biológicos y culturales en un momento y espacio concretos. Esta valoración puede basarse en un valor intrínseco, estético, espiritual o incluso de uso entre otros.
Por ejemplo, la percepción visual de lo nuevo y diferente es uno de los factores decisivos para los turistas y la expectativa de nuevas experiencias en diferentes paisajes estimula los viajes. Por lo tanto, la presentación de formas y elementos que armonizan la composición visual de un paisaje ya sea natural o antropizado, se deriva básicamente de su geomorfología (montañas, afloramientos rocosos, cañones) y de sus elementos superficiales (ríos, lagos, cascadas).
Al mismo tiempo, los elementos del paisaje, por sí solos, pueden ser importantes también para el turismo. Como atractivo especial, por ejemplo: un río es importante en una experiencia de kayak, o un pájaro para la observación de aves. Y sus características (composición, distribución, función) son esenciales para planificar una actividad de ecoturismo.
En una escala de paisaje, por ejemplo, algunos factores a considerar pueden ser:
- Geomorfología, topografía y pendientes;
- Características únicas, como formaciones rocosas especiales, geología y geomorfología raras
- La hidrografía,
- La meteorología climática y atmosférica, como: temperatura, precipitaciones, vientos, glaciares, insolación, nieve, amplitud térmica y humedad.
- Diferentes áreas cubren la tierra como los bosques, pero también la fauna que vive allí.
- Interacciones de las personas con este factor físico y biológico a través de diferentes épocas, como las actividades humanas históricas en el uso de la tierra, los aspectos culturales relevantes y los registros prehistóricos.
- La tenencia de la tierra, como área privada, pública, protegida, etc.
Así mismo, a una escala más pequeña, en una población o comunidades de fauna y flora se puede considerar:
- El comportamiento
- El hábitat
- La distribución
- El estado de conservación de esa biodiversidad
- Ciclos vitales
Los recursos naturales turísticos constituyen una categoría muy amplia, y su diversidad debe ser atendida. Se pueden clasificar en función de los elementos paisajísticos dominantes y más útiles para los turistas (Ruban, 2021).
Lo que se puede observar con esta composición es una gran variedad de atracciones naturales, especialmente en países con alta biodiversidad y variación climática. Al mismo tiempo, también es posible comprobar que predomina el carácter general de la información, lo que requiere un análisis más detallado a nivel de tipologías de atractivos naturales.
Podemos analizar los distintos tipos de recursos naturales siguiendo diferentes criterios, como se puede ver en los siguientes ejemplos.
Características físicas:
Para la “geomorfología”: Terreno plano, tierras bajas, llanuras sedimentarias, meseta, rellanos…
Para el relieve del paisaje como: “montañas”, sierras, mesetas, valles, acantilados, colinas, llanura alta, llanura de montaña, sierra, alta montaña, afloramientos rocosos, cañones, escarpes, acantilados, abismos.
Para la “hidrografía” tenemos subtipos como: Ríos, manantiales, playas e islas fluviales, lagos, lagunas y humedales.
Características biológicas:
Para el tipo de ecosistemas: Terrestres, acuáticos, marinos, y más específicos: “costeros” o “marítimos”, Arrecifes, Manglares, Dunas, Playas, Costas, Islas Fluvio-Marinas, Calas, Bahías, Arenales.
Para “fauna y flora”: diferentes especies de flora y fauna y sus características. Conociendo el contexto de su hábitat, puede ser más fácil planificar las actividades en torno a estas especies.
Por ejemplo: un safari fotográfico, necesita conocer el comportamiento de las especies, y los lugares perfectos con buen acceso y buenas condiciones de luz. El comportamiento de las especies y el contexto de su hábitat pueden facilitar las actividades en torno a la observación de la biodiversidad, como el avistamiento de aves, la observación de la fauna y el avistamiento de ballenas.
La observación en torno al hábitat de la biodiversidad, entendiendo la interacción entre el contexto biofísico, puede enriquecerse con la experiencia de visitar una selva atlántica o bosques tropicales o el buceo de contemplación de arrecifes.
Características culturales:
Para los aspectos culturales antiguos: Inscripciones rupestres, fragmentos de cerámica, talleres líticos indígenas.
Para los tipos de gestión del territorio: Público, privado, protegido como santuario de vida silvestre.
El propósito de esta identificación es hacer una aproximación similar a la realización de un inventario preliminar de los recursos turísticos de un destino, con la organización y sistematización de la información recogida. Los siguientes pasos integrarán el proceso de planificación y organización del ecoturismo, la realización de investigaciones científicas o la elaboración de productos ecoturísticos.
Es importante destacar la relación simbiótica entre la conservación de los recursos naturales y la competitividad de los destinos ecoturísticos (Boley & Green, 2015) y la importancia de la relación entre las Áreas Protegidas y el Turismo, donde una necesita y depende de la otra (Eagles et al., 2002).
Tema 8. Recursos culturales para el ecoturismo: Tangibles e intangibles del patrimonio cultural
En muchos casos y lugares, los productos y destinos ecoturísticos no sólo se apoyan en el patrimonio natural, sino también en el cultural. Esto sucede porque en muchas zonas naturales existe un importante patrimonio cultural, que ha evolucionado históricamente de forma conjunta con su entorno. Muchas comunidades locales promueven ese patrimonio como uno de sus atractivos ecoturísticos, y suele combinarse con el resto del patrimonio natural presente en la zona.
El patrimonio cultural suele dividirse en material (tangible) e inmaterial (intangible). El patrimonio cultural material está representado por objetos reales de duración indefinida: arquitectura, edificios o restos arqueológicos e históricos, monumentos, arte, artesanía, joyas, ropa y otros objetos.
Por su parte, el patrimonio cultural inmaterial se manifiesta, entre otros, en los siguientes ámbitos:
- La cosmogonía y la tradición están representadas en la artesanía y las artes.
- La gastronomía y las artes culinarias.
- Prácticas sociales, rituales y festividades.
- La música y las artes escénicas.
- Las tradiciones y expresiones orales, incluida la lengua como vehículo del patrimonio cultural inmaterial.
- Conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el universo.
Más concretamente, la Organización Mundial del Turismo define el patrimonio cultural inmaterial como: “los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas -junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes- que las comunidades, los grupos y, en algunos casos, los individuos reconocen como parte integrante de su patrimonio cultural [y se] transmite de generación en generación y es recreado constantemente por los grupos en respuesta a su entorno y a sus interacciones con la naturaleza y su historia, lo que les da un sentido de identidad y continuidad” (UNWTO, 2012).
Sin embargo, han surgido algunas voces que afirman que la distinción entre patrimonio material e inmaterial no es tan clara ni necesaria (es decir, todo el patrimonio material incorpora componentes inmateriales como la simbología y los significados, especialmente para un grupo social determinado) (Munjeri, 2004).
En cualquier caso, está claro que, en el patrimonio cultural inmaterial, la participación de los actores locales en los proyectos turísticos les permite beneficiarse de las actividades económicamente y a nivel de conocimiento y valoración de su propia cultura. Reafirma su sentido de pertenencia y el desarrollo de la participación social. Pero lo más importante es que permite sensibilizar al (eco)turista de la diversidad en la riqueza cultural, generando respeto y conocimiento sobre la cultura, las tradiciones y la identidad.
Nota: No se trata de dramatizar la cultura a partir de las actividades turísticas.
Las buenas prácticas para promover el patrimonio cultural como recurso ecoturístico con la participación de las comunidades implican:
- Fortalecer las organizaciones comunitarias.
- Visibilizar las tradiciones y rescatar las que han ido desapareciendo.
- Establecer acuerdos equitativos entre los operadores turísticos y las comunidades locales.
- Mejorar las condiciones de vida de la población y rescatar la identidad cultural.
Hay un aspecto que en la gestión de productos ecoturísticos con un componente cultural no podemos obviar, y es la perspectiva de género. Puede ayudar a entender mejor el papel de los diferentes actores en estas actividades de turismo cultural. Hablar de género no es sólo hablar de mujeres, es entender que las necesidades, intereses y conocimientos sobre las actividades culturales y el entorno natural son diferenciados (Birrel & Risquez, 2016).
El conocimiento local, tradicional o autóctono se refiere a un conjunto de conocimientos acumulados a lo largo del tiempo por hombres y mujeres en sus respectivas comunidades, referidos al manejo de su entorno y condiciones de vida, que se relacionan con su cultura, su entorno natural y su historia socioeconómica. Estos aspectos son de vital importancia para la planificación y gestión de las acciones de ecoturismo con un componente cultural.
Tema 9. Áreas protegidas: características, categorías y oportunidades para el ecoturismo
Cuando hablamos de áreas protegidas nos referimos a zonas especialmente protegidas por sus características naturales. En la actualidad, según el Informe Planeta Protegido 2020, suman al menos 22,5 millones de km2 (16,64%) de ecosistemas terrestres y de aguas interiores, y 28,1 millones de km2 (7,74%) de aguas costeras y del océano. Esta protección procede principalmente de políticas estatales e iniciativas gubernamentales, pero muchos más kilómetros cuadrados podrían estar protegidos en el marco de proyectos privados o regionales. Las áreas protegidas se consideran el principal, pero no el único medio para conservar la diversidad biológica, con una comprensión cada vez mayor de que dondequiera que esté presente la naturaleza, hay una oportunidad para la conservación. Sin embargo, las áreas protegidas se han encargado de la parte de conservación (medidas estrictas), y dada su magnitud.
Desde la creación del Parque Nacional de Yellowstone en los Estados Unidos de América (EE.UU.), en 1872, considerado un hito en la historia de las áreas protegidas, las justificaciones y motivaciones en torno a la creación de áreas protegidas variaron según las diferentes visiones sobre la naturaleza y sobre la importancia de su protección. Estas visiones, a su vez, reflejan los contextos culturales, sociales, políticos y científicos imperantes en cada situación y época, abarcando una mejor comprensión de los ritmos naturales de la naturaleza y de las necesidades humanas.
En general, las áreas protegidas han sido creadas a lo largo del tiempo con dos objetivos principales: i) garantizar un uso racional de los recursos naturales, para que puedan ser utilizados por las generaciones presentes y futuras; ii) proteger lugares de gran belleza paisajística, con sus aspectos geológicos, su flora y fauna, y sus ecosistemas.
Durante la segunda mitad del siglo XX, la forma de abordar la cuestión de la conservación de la naturaleza cambió. De la conservación de los espacios naturales, con sus sublimes paisajes y su carismática flora y fauna, se pasó a la conservación de la biodiversidad. La urgencia por evitar la destrucción de la biodiversidad hizo que muchos biólogos se convirtieran en biólogos de la conservación. El enfoque cada vez más científico, la necesidad de ocuparse de los problemas del “mundo real”, sobre todo de los que afectan a los intereses humanos, y la importancia de gestionar lo que en principio es indómito, la naturaleza salvaje, han hecho de la conservación de la biodiversidad una tarea compleja. Las transformaciones se acumulan y superponen, pero persiste una delgada línea de continuidad: la asignación de un valor intrínseco a la biodiversidad, basado en una sensibilidad estética y en un sentido de empatía por la diversidad de la vida.
Con la creciente preocupación por la conservación de la biodiversidad, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro en 1992, puso en marcha el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). En ella se alcanzó una definición muy amplia y funcional de la diversidad biológica o biodiversidad, que abarca tres niveles: diversidad de especies, diversidad genética y diversidad de ecosistemas. El CDB también unió la preocupación más estricta por la preservación de la biodiversidad con la preocupación por su uso sostenible, especialmente por parte de los pueblos indígenas y las poblaciones locales, haciendo hincapié en el concepto de equidad en la distribución de los beneficios derivados de la exploración y el establecimiento de patentes a partir del conocimiento de la biodiversidad.
En la Conferencia Internacional para la Protección de la Flora y la Fauna, celebrada en Londres en 1933, se inició un esfuerzo sistemático para establecer una terminología de las áreas protegidas. En ella se recomendó una tipología en cuatro etapas: parque nacional, reserva natural estricta, reserva de fauna y flora, y reserva con prohibición de caza y recolección. La cuestión volvió a plantearse en 1961, cuando la Comisión Internacional de Parques Nacionales de la UICN (ahora conocida como Comisión Mundial de Áreas Protegidas, CMAP) editó la primera Lista Mundial de Parques Nacionales y Reservas Equivalentes. A partir de entonces, la UICN desarrolló un sistema de categorías basado en objetivos de gestión emitidos como un conjunto de seis categorías. Aunque fueron concebidas principalmente como un marco para la comunicación de datos a la Base de Datos Mundial sobre Áreas Protegidas (WDPA), las categorías se han utilizado cada vez más como un instrumento para la política, la planificación e incluso la legislación. Esta ampliación más allá de su cometido original ha causado algunas preocupaciones. Dos cuestiones principales han centrado la atención: i) ha aumentado la preocupación por el hecho de que las designaciones de áreas protegidas se estuvieran utilizando como excusa para reubicar a los pueblos indígenas de sus territorios tradicionales; ii) en el año 2000, los miembros de la UICN votaron a favor de una recomendación en el Congreso Mundial de la Naturaleza en la que se sugería que los gobiernos prohibieran la minería, la extracción de minerales y la exploración en determinadas categorías de áreas protegidas de la UICN, lo que causó furor en la industria minera.
La UICN emprendió una consulta de cuatro años para identificar los puntos conflictivos y los posibles cambios necesarios en el sistema de categorías. Se creó un grupo de trabajo de la CMAP de la UICN para reescribir las directrices, con nuevas consultas, y se elaboró una nueva definición de área protegida: “Un espacio geográfico claramente definido, reconocido, dedicado y gestionado, a través de medios legales u otros medios eficaces, para lograr la conservación a largo plazo de la naturaleza con los servicios de los ecosistemas y los valores culturales asociados”. Así, las categorías de áreas protegidas de la UICN se reajustaron de esta manera
Categoría Ia: Reserva Natural Estricta – son áreas estrictamente protegidas, apartadas para salvaguardar la biodiversidad y posiblemente las características geológicas/geomorfológicas, donde la visita, el uso y los impactos humanos están estrictamente controlados y limitados para asegurar la protección de los valores de conservación. Estas zonas protegidas pueden servir como áreas de referencia indispensables para la investigación científica y el seguimiento.
Categoría Ib: Área silvestre – son generalmente grandes áreas no modificadas o ligeramente modificadas, que conservan su carácter e influencia natural, sin habitabilidad humana permanente o significativa, que están protegidas y gestionadas para preservar su condición natural.
Categoría II: Parque Nacional – son grandes áreas naturales o casi naturales reservadas para proteger los procesos ecológicos a gran escala, junto con el complemento de especies y ecosistemas característicos de la zona, que también proporcionan una base para las oportunidades espirituales, científicas, educativas, recreativas y de visitantes compatibles con el medio ambiente.
Categoría III: Monumento Natural – se conservan para proteger un monumento natural específico, que puede ser una forma terrestre, un monte marino, una caverna submarina, un rasgo geológico como una cueva o incluso un rasgo vivo como una arboleda antigua. Suelen ser más pequeñas que las anteriores categorías de zonas protegidas y suelen tener un gran valor para los visitantes.
Categoría IV: Área de gestión de hábitats/especies: estas áreas tienen como objetivo proteger especies o hábitats concretos y la gestión refleja esta prioridad. Muchas áreas protegidas de categoría IV necesitarán intervenciones regulares y activas para atender las necesidades de especies concretas o para mantener los hábitats, pero esto no es un requisito de la categoría.
Categoría V: Paisaje marino/paisaje protegido: un área protegida en la que la interacción entre las personas y la naturaleza a lo largo del tiempo ha producido un área de carácter distinto con un valor ecológico, biológico, cultural y paisajístico significativo, en la que salvaguardar la integridad de esta interacción es vital para proteger y mantener el área y sus valores asociados de conservación de la naturaleza y otros.
Categoría VI: Área protegida con uso sostenible de los recursos naturales: estas áreas conservan ecosistemas y hábitats, junto con los valores culturales asociados y los sistemas tradicionales de gestión de los recursos naturales. Suelen ser grandes, con la mayor parte de la superficie en estado natural, en las que una parte está sometida a una gestión sostenible de los recursos naturales y en las que el uso no industrial de bajo nivel de los recursos naturales, compatible con la conservación de la naturaleza, se considera uno de los principales objetivos de la zona.
El turismo en las áreas protegidas se ha señalado como una forma de conciliar el desarrollo económico y la conservación de la biodiversidad. Es una oportunidad para acercar a la gente a la naturaleza y hacer hincapié en temas muy queridos por la humanidad, como la crisis de la biodiversidad y la importancia de las áreas protegidas y los servicios de los ecosistemas. Por otro lado, la visita desordenada sin una gestión que busque optimizar los impactos positivos puede convertirse en una amenaza para la biodiversidad, precisamente en aquellos territorios en los que la persistencia de especies autóctonas y ecosistemas sanos es más prometedora.
El concepto de ecoturismo surgió con el objetivo de valorar la naturaleza y la cultura de los lugares de visita, pero muchas veces terminó siendo apropiado por el sector de la comercialización, convirtiéndose más en una etiqueta, y acercándose a formas convencionales, centradas principalmente en motivaciones económicas y menos preocupadas por la conservación del patrimonio natural o cultural. El ecoturismo tiene un importante papel que desempeñar en la conservación de la biodiversidad y el socio diversidad del planeta Tierra. Tiene un gran potencial para crear una mayor conciencia de la importancia de conservar el más variado patrimonio natural y cultural, y para generar recursos económicos para la investigación y la conservación de la biodiversidad, para contribuir a la sostenibilidad financiera y la gestión de las áreas protegidas, así como para la mejora de las condiciones de vida de las poblaciones de las localidades visitadas en torno a esas áreas protegidas. El ecoturismo permite al viajero conocer, admirar, experimentar y aprender sobre aspectos naturales y culturales que antes le eran ajenos. Permite ir más allá de los beneficios inmediatos y reflexionar sobre los principios éticos y filosóficos más amplios que deben guiar su práctica. Puede establecerse una clara conexión gana- gana entre el ecoturismo y las áreas protegidas, y de hecho se da actualmente en muchos lugares del mundo.
Tema 10. Impactos positivos y negativos del turismo en el medio natural. Patrones de comportamiento ambientalmente responsable de los turistas / visitantes en los espacios naturales.
Los impactos de la industria turística son difíciles de cuantificar, ya que hay que incluir los viajes, el alojamiento, las empresas turísticas, las actividades y otros aspectos que provocan impactos tanto positivos como negativos.
Empezando por los impactos positivos, el más obvio es el aumento de ingresos para todos los implicados, desde las compañías aéreas hasta los negocios turísticos locales y los empresarios que promueven las actividades turísticas. Para muchos países y, o regiones, esta es quizás la contribución más significativa a su producto interior bruto (PIB), por ejemplo, los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID) (Seetanah, 2011). En general, las islas y las regiones continentales con espacios naturales suelen ser buscadas por su naturaleza. Se pueden encontrar ejemplos de valoración económica de elementos naturales individuales para el turismo en los arrecifes de coral (Spalding et al., 2017), los mamíferos marinos (Vieira et al., 2018), los tiburones (Torres et al., 2017), entre otros. En general, las áreas protegidas son los elementos clave para el turismo basado en la naturaleza, especialmente en las islas (Fonseca et al., 2014), donde el ecoturismo marino suele ser un sector vital de la economía azul (Ressureição et al., 2022).
Otro aspecto positivo relacionado con la actividad turística en el medio natural es la posibilidad de recaudar fondos para apoyar los esfuerzos de conservación (por ejemplo, Schirpke et al., 2020) y concienciar sobre las prácticas de turismo sostenible. Por último, las pruebas, especialmente relevantes durante el cierre de COVID-19 (Fagerholm et al., 2021), demuestran que nuestra salud mental se beneficia enormemente del contacto con la naturaleza (Buckley, 2022). Pero el turismo en áreas naturales presenta varios desafíos debido a los impactos negativos de las actividades recreativas, lo que lleva a Wolf et al., (2019) a preguntarse si la conservación de la naturaleza y el turismo basado en ella pueden coexistir. Estos impactos negativos van desde la alteración de la calidad de los recursos naturales, como las aguas recreativas (Kurniawan et al., 2022), la deforestación y los cambios en la cobertura del suelo (Hoang et al., 2020), hasta los impactos asociados a la construcción de infraestructuras turísticas (Miller et al., 2020), la basura y la potenciación de los efectos del cambio climático (Monz et al., 2020).
Existe una gran cantidad de literatura que trata de los impactos negativos derivados de las actividades recreativas turísticas que tienen lugar en las áreas protegidas. En los hábitats terrestres, los impactos más conocidos son los que se producen en el suelo y la vegetación autóctona (Ballantyne & Pickering, 2015), ya que el senderismo por senderos que atraviesan zonas sensibles se está convirtiendo en una actividad ecoturística muy popular. También preocupan los cambios en el comportamiento de los animales y el posible desplazamiento de la fauna de los hábitats nativos, en relación con la construcción y el uso de estas infraestructuras turísticas (Miller et al., 2020). Sin embargo, los vehículos todoterreno tienen un impacto mucho mayor sobre las zonas sensibles (por ejemplo, las dunas de las playas), que los impactos derivados del mero hecho de pisar o pisar estas zonas (Enríquez-de-Salamanca, 2021). Por ello, es necesario un seguimiento permanente de las áreas protegidas para evitar altos niveles de degradación que serán difíciles de revertir, y los drones pueden ser una herramienta útil para lograr este objetivo (Ancin-Murguzur et al., 2019).
En cuanto a los ecosistemas acuáticos, tanto de agua dulce como salada, también son vulnerables a las actividades recreativas que se desarrollan en ellos. Aparte de los impactos sufridos en la calidad del agua recreativa, los ecosistemas costeros también son vulnerables a la presencia de un número cada vez mayor de turistas y buceadores inexpertos, que pueden degradar los ecosistemas costeros sensibles (Singh et al., 2021), en particular los corales (Uyarra & Côté, 2007). También existe la posibilidad de que el turista intente interactuar con la fauna subacuática (tortugas, tiburones, etc.), algo que sólo puede evitarse mediante la adopción de directrices y códigos de conducta estrictos por parte de los operadores turísticos (Trave et al., 2017).
Aunque es imposible evitar estos cambios adversos en el entorno natural derivados de las actividades turísticas, siempre es posible minimizar sus consecuencias. Dado que el conocimiento medioambiental se ha considerado un fuerte predictor de la actitud que conduce a mayores comportamientos pro-ambientales por parte de los turistas (Abdullah et al., 2020), la promoción de la alfabetización medioambiental permitirá un comportamiento responsable por parte de los turistas, que deberían: evitar tirar basura y recoger plantas o cualquier otro elemento natural; mantener el ruido al mínimo para no molestar a los animales; mantenerse dentro de los senderos diseñados para evitar mayores impactos en el suelo y la vegetación (Barros et al., 2013). Para las empresas turísticas, la Responsabilidad Social Corporativa es una estrategia voluntaria que las empresas pueden adoptar para contribuir al desarrollo sostenible del sector turístico, actuando dentro de áreas sensibles (González-Morales et al., 2021).
Tema 11. Regulación del uso público y gestión de los espacios naturales afectados por la presión turística
El turismo es una actividad que, por su amplia vinculación con el territorio, paisaje y cultura, requiere ser gestionada de acuerdo con criterios de sustentabilidad. Habitualmente el ecoturismo y el turismo de naturaleza se desarrollan en ambientes frágiles, entorno a comunidades pequeñas y aisladas, por lo que sus impactos pueden ser de gran magnitud y permanencia. Bastantes son los casos, en distintas partes del mundo, de los cuales podemos sacar importantes aprendizajes de como el turismo desregulado ha causado grandes problemas al medio ambiente y las comunidades locales.
Es por esta razón que surge la necesidad de contar con una adecuada planificación territorial que permita establecer un manejo sustentable eficiente, delimitando áreas de uso público debidamente gestionadas para lograr y mantener estándares de sustentabilidad.
La actividad turística debe por tanto trabajar en base a la conservación, que ha sido definida como ” la utilización humana de la biósfera para que rinda el máximo beneficio sostenible, a la vez que mantiene el potencial necesario para las aspiraciones de futuras generaciones” [Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y Recursos Naturales (UICN) 1980], lo que implica que el turismo debe desarrollarse aspirando a su máximo potencial en materia de sostenibilidad, para lo cual requiere regulaciones, protocolos y sistemas de gestión administrativas, que permitan asegurar su inocuidad en el ambiente y su contribución a la economía local.
Por su parte, las áreas protegidas poseen objetivos socio ambientales y buscan contribuir a la conservación y preservación de la diversidad biológica a través de la gestión integral.
Para cumplir con los objetivos de conservación, las áreas protegidas son administradas a través de un Plan de Manejo, el que es elaborado en base a la metodología de estándares abiertos para la conservación. El plan de manejo corresponde entonces a un instrumento de gestión que se fundamenta en un proceso de planificación y que comprende aspectos técnicos, normativos y orientadores destinados a garantizar la conservación de un área protegida, a través del uso de su espacio.
En este sentido, en la creación de áreas protegidas adquiere relevancia el propósito de facilitar el acceso del visitante con sentido de equidad social, dado que la comunidad, nacional e internacional, tiene el derecho y la necesidad de esparcimiento en pleno contacto con la naturaleza, así como mejorar su conocimiento acerca de los valores naturales y culturales que dichas áreas contienen (CONAF, 2008).
Es por anterior que el plan de manejo de un área protegida debe considerar la delimitación de áreas de uso público, las que se definen como especialmente dedicadas al desarrollo de actividades recreativas y que deben a su vez contar con su respectivo Plan de Uso Público, el que también se suele llamar, Plan Maestro de Turismo (si bien las denominaciones de dichos planes pueden variar en cada país).
Una de las definiciones más exhaustivas que existen sobre uso público en espacios naturales o áreas protegidas es la que estableció Europarc España (2005), la cual considera uso público el “conjunto de programas, servicios, actividades y equipamientos que, independientemente de quien los gestione, deben ser provistos por la Administración del espacio protegido con la finalidad de acercar a los visitantes a los valores naturales y culturales de éste, de una forma ordenada, segura y que garantice la conservación, la comprensión y el aprecio de tales valores a través de la información, la educación y la interpretación del patrimonio”.
La planificación que se efectúa en áreas protegidas, tanto global como específica, también adquiere importancia en el ámbito social, puesto que, en el actual mundo globalizado, las actividades contenidas en dicha planificación deben propender a la entrega de beneficios no solo indirectos, sino que directos para el entorno local, particularmente a las poblaciones vecinas e incluso a las insertas en las áreas protegidas.
En este contexto, la planificación específica concerniente al uso público (Plan de Uso Público) y por cierto compatible con la planificación de todo el territorio de un área protegida (Plan de Manejo), debe contemplar la participación de agentes locales desde el inicio del proceso de elaboración del respectivo Plan de Uso Público. Por dichos agentes locales, se considera a toda persona o emprendedor que esté vinculado a la gestión del área protegida, ya sea como impulsor u operador de servicios turísticos sustentables o a nivel de proveedores de otro tipo de servicios, o aquellos con la posibilidad de aportar técnicamente a la administración del área, como es el caso de Municipios, Servicio Nacional de Turismo, Cámaras de Turismo y organismos no gubernamentales ambientalistas o de otra índole. Esta visión pretende romper el paradigma del manejo aislacionista de áreas protegidas que primó en muchos países en décadas pasadas, cuya tendencia era convertir a las áreas protegidas en “islas de protección”, lo que implicaba un escaso involucramiento de la comunidad local y a su vez con el riesgo que dicha comunidad no estuviera comprometida con el progreso en el resguardo ambiental o de buenas prácticas ambientales, tanto en el área protegida como en su propio entorno.
Este modelo propuesto por la nueva normativa turística, se encuentra en una etapa aún incipiente de implementación, pero que una vez fortalecido y demostrada su eficiencia, podría ser implementado también en otros escenarios naturales, por ejemplo, espacios que no necesariamente sean áreas protegidas reconocidas legalmente como tales. Según Europarc España (2005), los planes de uso público idealmente deberían incluir una serie de programas específicos, a saber: de acogida; de manejo y dirección; de educación ambiental; de investigación; de participación; de formación o capacitación; de calidad; de seguimiento y evaluación; y económico.
Además de documentos como el Plan de Manejo y el Plan de Uso Público, existe un conjunto de herramientas y técnicas para la gestión de las visitas en los espacios naturales. Estas estrategias están relacionadas con los límites y reglamentos de visitación de cada área, el rango de oportunidades recreativas, el comportamiento y perfil de los visitantes, el monitoreo de los impactos del turismo, el equipamiento e infraestructura disponible, entre otros aspectos necesarios para la gestión del uso público (Leung et al., 2018).
Finalmente, es importante no dejar de mencionar una herramienta poderosa de gestión de áreas protegidas ya instalada en muchas de ellas, pero que es necesario fortalecer y/o actualizar en aras de mejorar la calidad de la experiencia ecoturística. Se trata de los Programas de Interpretación Ambiental o Interpretación del Patrimonio. Si bien los principios de esta disciplina son de antigua data, propuestos por Freeman Tilden en la década de 1950, éstos, con muy leves modificaciones, siguen plenamente vigentes y se han visto reforzados por la metodología propuesta por autores como Sam Ham (y Jorge Morales como su traductor al español), planteada en su libro “Interpretación: para marcar la diferencia intencionadamente”, quien define la interpretación como: “un proceso creativo de comunicación estratégica, que produce conexiones intelectuales, emocionales y actitudinales entre el visitante y el recurso que es interpretado, logrando que genere sus propios significados sobre ese recurso, para que lo aprecie y disfrute”. La interpretación del patrimonio, según Morales, trata de explicar más que informar; de revelar, más que mostrar y despertar la curiosidad más que satisfacerla, provocando al visitante y comprometiéndolo en adquirir un rol más activo en la conservación de los recursos naturales y culturales que denominamos patrimonio.